Si algo hay propiamente humano es la capacidad de narrar, de contar. Por eso, cuando hablamos del presente, pienso en ese presente que tiene que ver con el relato y que sigue el esquema de principio, nudo y desenlace. Entiendo que hay diferentes formas de vivir el tiempo, que tienen que ver con nosotros mismos y que hacen que un minuto pueda transcurrir de manera fugaz o terriblemente lenta. El tiempo presente sería entonces un tiempo subjetivo, el tiempo del relato de la experiencia individual. 
El tiempo de un niño es muy distinto al de un adulto o al de un anciano. El niño piensa en el ahora, en el momento presente, no tiene apenas recuerdos del pasado y tampoco le preocupa demasiado el futuro, es pura experimentación. A medida que crecemos nos proyectamos también hacia el futuro. ¿Qué haré hoy, esta semana, este año...? Los ancianos, ante la idea de no futuro miran al pasado; necesitan relatar su vida para darle un sentido.

Creo que la mayoría de nosotros piensa mucho (quizá demasiado) en el tiempo; en el tiempo perdido, en el que nos queda, en el transcurrido, en no tener tiempo o en la espera.

Pero además de tiempo somos espacio, un espacio que resulta indivisible de nuestra experiencia y de nosotros mismos; somos parte de la naturaleza, del entorno.


"Desde la antigüedad, los orientales han reconocido que nuestro cuerpo forma parte integrante de la naturaleza y que el hombre vive constantemente bajo el influjo de ésta. En la naturaleza reina un orden, el principio de un flujo constante de acuerdo con el principio fundamental de que nuestro mundo se halla en constante cambio" Naboru Muramoto

Me gusta pensar que no deambulamos por un espacio vacío, sino que somos nosotros quienes lo configuramos, le damos forma, lo vivimos. Hay algo fascinante en la manera en la que un mismo espacio puede parecernos completamente distinto por el hecho de que una persona u otra lo habite. Depende de mí pero también del otro. La realidad es por tanto una experiencia colectiva.


Si el tiempo no es absoluto y tampoco lo es el espacio, si todo es cambiante y nada permanece, ¿qué es entonces lo cotidiano? Pienso que lo cotidiano parte de la idea de rutina; de la repetición de una acción o de hábitos que perduran en el tiempo. Son acciones que surgen de una necesidad vital, pero se transforman en gestos y movimientos repetitivos casi automáticos. Como una danza de la que hemos aprendido los pasos y acabamos ejecutándolos de manera casi inconsciente o ritual.

La cotidianidad nos aporta una idea de permanencia, de continuum ante la fugacidad de la vida. Es aquello que trasciende los días, que nos vincula de una forma natural al espacio, independientemente de cuál sea ese lugar. Así, en mi relato cada día despierto, me visto o me alimento, sin importar cual sea mi situación particular. 
Hay algo en el dibujo que tiene que ver con esta relación subjetiva del espacio/tiempo. El dibujo posibilita una forma de narrar muy distinta a como lo hacemos habitualmente. El dibujo no necesita un relato donde exista un principio, un desarrollo y un final; es un instante eterno, un espacio imaginado en el que habito, que nace por y para ser observado.

Susana Romanos nos invitó a reflexionar sobre el ahora, lo cotidiano y el presente en 10 imágenes. Quise centrarme en la idea de que somos un espacio, más allá del tiempo y del relato. El presente tiene que ver con ese movimiento constante, en el que todo cambia y nada permanece. La cotidianidad no es sino un espejismo de eternidad, y nosotros aparecemos a través de la mirada del otro. Para ello, he creado una secuencia donde una persona atraviesa una puerta y, a medida que se mueve, se genera un espacio. Cuando la persona abandona el espacio, éste desaparece con ella. La primera y la última imagen son la misma, creando así un universo circular. 

Secuencia de 10 imágenes realizada para el proyecto de adquisión de obra 'Si el ahora es elegir lo hacemos en piezas' del Museo de Navarra

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